Las orejas al viento
sobre su redonda cabeza,
el conejo tejo
salta entre la maleza.
Corretea entre la hierba,
Olisquea por el pasto,
hace agujeros
por todos lados.
Juega a morderse la cola
como lo hace un periquito
que da vueltas y vueltas
en la rueda del circo.
Contento como un niño
que abre su regalo,
como la infantil chirigota
de mi amigo Álvaro.
El conejo tejo
brinca al huerto
a morder las zanahorias
del impasible Alberto.
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