14/10/11

Cuentos de solidaridad


Solidaridad en letras: “ El hambre “

Hacía mucho tiempo que no podían comer en el Norte de Sprinfield. Los huertos no daban comida, de los árboles no crecían frutos, no había animales bastantes de los que alimentarse y las tiendas habían cerrado.
Enrique visitó a su abuelo porque le quiere mucho. Lo que Enrique no sabía que su abuelo estaba enfermo.
- ¿Abuelo, que te pasa?
Éste contestó:
- Necesito algo que comer. La única solución es que vayas al antiguo molino, y allí encontrarás comida.
Enrique se puso en marcha y al llegar al molino abrió las puertas, pero no había nada, las hortalizas y mazorcas estaban marchitadas.
En una esquina vio una mazorquita muy pequeña, pero con eso bastaría.
Al salir del molino observó un potrillo y le dio tal lastima que le ofreció cuatro granos de la mazorca. Enrique no se enteró que la mazorca se hizo más grande y con mejor aspecto.
Al rodear la esquina, alguien estaba tirado en la acera, era su profesor de ciencias y le dio cinco granos debido a su forma física.
Cuando llegó él no era el único que estaba allí.
Un hombre paliducho, con ropa muy sucia y que no conocía se encontraba en el suelo.
Enrique corrió y le dio la mazorca, el hueso se hizo tan grande que se cayó al suelo.
De ese hueso se formaron mazorcas, frutos y hortalizas. Su abuelo se curó y ese hombre desapareció en un destello.
-Es un milagro- dijo Enrique, y su abuelo dijo, no, es la solidaridad de un niño bueno como tú, que es capaz de hacer milagros.

Luis López Nájera.


Solidaridad en letras: “ El niño desagradecido “

Erase una vez un pueblo en el que había mucha hambre. Personas y animales se morian poco a poco. Un niño el mas desagradecido del pueblo tenía pena porque su madre se moría.
La madre dijo: Hijo necesito comer algo. Ve al bosque prohibido. Allí hay un árbol del que salen bellotas. Coge las necesarias para quitarme el hambre.- dijo con voz apagada- .
El hijo le contestó: Pero tendré que ser solidario. - Dijo con voz de enfadado - .
La madre: Hazlo por mí dijo mientras se iba debilitando.
El niño salio a toda prisa hacia el bosque prohibido. Mientras que iba caminando se encontraba a varios animales que pedian comida. Pero el niño pasaba de largo sin hacerle caso. Cuando por fin llego a la encina se dió cuenta, por las ardilla que se lo dijeron, de que solo producía una bellota al día. Alli se tiro una larga semana para conseguir las bellotas que tanto quería.
Mientras volvía a su casa se encontró con seis animales tirados en el carril. Le dio mucha pena y entonces le abrió la boca a todos los animales y le dió una bellota a cada uno. Solo le quedaba una bellota y de la rabia tiró la bellota hasta al lado de su casa. El niño se dió prisa en llegar a su casa y de repente le dió cosquillas en la barriga por lo que había hecho. Cuando llegó a su casa había una enorme encina que producía bellotas. Cogió muchas bellotas y se las dió a su madre. Su madre se puso mejor. Y ese pueblo nunca volvió a pasr hambre.

Marcos. Medina Rodríguez.


Solidaridad en letras: “ La Roca Negra “

En un pueblo muy lejano y muy pobre en el que no había vegetación ni nada parecido, Una madre y su hijo vivían en una pequeña casita. El pequeño enfermó de fiebres blancas que se fueron pegando los compañeros de su cole. ( Un cole, tampoco muy acogedor, es más, con solo una clase y hecha de mantas....) Los niños enfermaban, uno detrás de otro. La madre fue a una curandera y esta le dijo que existía una medicina: la roca negra líquida. Era una planta dura, como la piedra, y negra, como el grafito, que se cocía y se comía, como si fuera un caldo o sopa. La madre cogió una navaja y se fué en busca de la medicina.
La roca negra yacía en Blackrok, que era un pueblo de ingleses sanísimos gracias a la roca negra, pero que la deshabitaron porque había problemas en su ciudad natal.
Allí había un niño con el pelo rapado y una gran luna creciente en el cráneo, una marca de nacimiento. Estaba sentado y la madre se acercó a el:
-¿Te pasa algo?- preguntó la madre.
-No.- respondió él y se puso un gorro en la cabeza, para que no se la viese.

Y siguió buscando. Halló una mina enorme y entró en ella porque vió un cartel que decía: “Roca Negra Líquida”. Allí había millones de plantitas negras con muy buen aspecto. Cogió un cubo que había allí y cortó cientos de ellas. Tan contenta la madre volvió con su hijo y se encontró de nuevo con ''el chico de la luna''. Este tosía y estaba muy pálido. La madre le dió un cuarto de todas sus plantas.

- Gracias, lo necesitaba.- dijo alegre el chico.

Cuando llegó a su pueblo la gente le pedía plantas para sus hijos y la madre solo se quedó con un brote.
Se fué para su casita y vió a una mujer con un bebé llorando en sus brazos y la mamá le dió su último brote al pequeño, pero ella se quedo sin nada. De pronto surgió de la nada el chico de la luna y se acercó a ella:

- Toma, para tu pequeño.- Y le ofreció la mitad de brotes que ella le dio cuando lo necesitaba.

La mamá se quedo sin palabras pero de pronto:

- Por favor, quédate en mi casa, yo te cuidare, y no tendrás que preocuparte por tu salud.- dijo ella
Pero el chico se negó, le dió las gracias y ascendió hasta desaparecer en el cielo y cuando llegó, brillo una estrella dorada y enorme, que cayó en el suelo en forma de oportunidades:
dinero, comida, ropa... y una nota en un sobre rojo. . . ''Ayuda a los demás como ahora, así, serás feliz. Firmado: El chico de la Luna.

Julia María Ortiz Serrano


Cuento: La valentía

En un patio de un colegio, muy lejano... Reinaba un niño llamado "Iván".El niño era un matón que asustaba a todos los niños del colegio. Les quitaba el bocadillo a los niños para comérselo él, y le pedía dinero para dejarles entrar al servicio. Nadie se atrevía a contradecirle. A escondidas, los niños se lo decían a la maestra, pero siempre, sacaba alguna absurda excusa para librarse.
Un día un chico que se llamaba Juan se enfrentó a él, y él lo llevó a su "cárcel" que era un armario viejo, con ruidos terroríficos, y no había ni una rendija de luz. Su mejor amigo, no quería que sufriera allí y fue a rescatarle. Cuando ellos salían por la puerta, él que entraba. Pero fue fácil librarse de él, por que como se había comido todos los bocadillos de los niños, estaba muy gordo, y no los consiguió alcanzar.
Iván avisó que la próxima vez que le contradigan o se chivaran a la maestra, les encerraría en el terrorífico armario viejo, que lo cerraría con llave y después la tiraría al río.
Juan muy disgustado y lleno de coraje dijo:
- ¿Por qué haces esto?
- Porque cuando yo estaba en primero de primaria me lo hacían a mi.
-¿Y a ti te gustaba que te hicieran eso?
-No, para nada
-Entonces no lo hagas tú.
-Es que cuando me lo hacían a mi, yo también sentía grandes deseos por hacérselo a ellos.
-Pero a nosotros no nos gusta que nos lo hagas
-Y a mí que, yo solo me preocupo por mí... No por renacuajos como vosotros.
Al día siguiente Iván estaba más enfadado, y empezó a pegar a todo el mundo, especialmente a Juan, ya que fue el que le desafió y le hizo enfadar.
Todos los días, los niños aguantaban su tortura, y claro, como no, Iván estaba muy contento y el creía que lo que hacía estaba bien... Pero se equivocaba... No sabía el daño que estaba haciendo a los niños.
Juan ya no soportaba más... Y se lo dijo a sus papás... Y éstos le dijeron a Juan, que por que no se lo había dicho antes, y que iban a hablar de inmediato con la maestra.
Hablaron y la maestra le dijo que disimuladamente en el recreo, se iba a fijar en lo que hacía. Al día siguiente lo pilló cobrando a un niño por ir al servicio...
Entonces la señorita llamó a los padres de Iván y le castigaron...
Desde ese día no volvió a reinar en el recreo, pero le costó acostumbrarse a que ya no era el más importante en la escuela.

Moraleja: Si te pasa algo, o te ocurre algún problema, lo mejor que puedes hacer, es contárselo a algún adulto, que sepas que te puede ayudar.

Virginia de Castro Merino


Cuento: Los milagros

En tiempos antiguos, había una mujer, que estaba muy enferma.
Ninguna medicina le podía curar, solo con una manzana pero esa manzana era mágica. Si eres solidario, se iba convirtiendo en bronce, en plata, en oro y en oro aún mas brillante.
Un niño que quería mucho a la mujer, fue a buscar la manzana.
Buscando, encontró esa manzana, pero tenía que conseguir, convertirla en oro resplandeciente, para que curase a la mujer, que estaba enferma.
La cogió y de pronto encontró una mujer que tenía hambre, le dio un bocado, y la manzana se convirtió en bronce, pero el bocado, permanecía.
Encontró un pato que estaba malo, arrancó un pequeño trozo, se lo dio y sanó
La manzana se convirtió en plata, pero seguían los dos trozos.
El niño echó a andar. pero su amigo apareció de repente, y le dijo que le diera un poco. Se lo dio y su amigo tenía mejor aspecto.
Decidió ir más deprisa, porque si no, no le iba a quedar para la mujer, cuando iba a entrar a la casa un niño pequeño le pidió, y el le dio muy poquito.
Cuando llegó a los piés de la cama de esa mujer, se echó a llorar. Vio que no quedaba nada en la manzana. Tiró la fruta al suelo y abrazó a la mujer. Se fijó en que el suelo estaba brillando.
Salió un tronco, luego ramas, después hojas y por último un montón de manzanas de oro brillante.
Le dio una a la mujer y esta sanó. Le dijo al pequeño y solidario niño, que era un valiente, y que gracias a el ella no estaba enferma, por que fue el único que se atrevió a ir a por la manzana.

Virginia de Castro Merino.



Rodri

Rodri era un chico de once años. Tenía el pelo castaño, los ojos marrones, nariz pequeña y una bonita sonrisa. Era un chico alegre y se llevaba bien con todos sus compañeros.
Le gustaba mucho hacer deporte y sobre todo le gustaba jugar a balonmano. Iba a todos los entrenamientos y se esforzaba mucho, pero tenía un pequeño problema, que tropezaba constantemente y se caía al suelo. Su coordinación era mala y hacía buenos pases y gracias a él algunos de los tantos de los partidos han hecho ganar.
Un fin de semana la vecina invitó a Rodri y su familia a ir al campo. La casa estaba cerca de un bosque con árboles muy altos, llenos de alegres pájaros, que desde que salía el sol estaban cantando. También había un riachuelo con agua muy clara en la que se veían saltar y nadar pequeños peces.
Cuando llegó al campo, vio que allí podía entrenarse para superar su problema. Saltó entre los árboles, nadó en el riachuelo y cuando estuvo cansado se sentado a la sombra de un árbol y se durmió. Soñó que un zorro se sentó junto a él y empezaron a charlar.
- ¿ Rodri, que te pasa ?
- Me gusta mucho jugar a balonmano, pero tengo mala coordinación en los pies.
- ¿ Y por qué crees que tienes mala coordinación ?
- Porque tropiezo con mis pies.
- Es porque tienes poca seguridad en ti mismo.
Rodri se despierta, y al día siguiente tiene un partido. Cuando tiene que hacer la coordinación , piensa en lo que le dijo el zorro. Y desde ese día no ha vuelto a tener miedo por hacer un mal partido.
David Ruíz Perales



El Ser Supremo”
Hace cien años existían unas criaturas llamadas ponpata liderados por un Ser Supremo llamado Pupatí. Con su tambor sagrado que le ofrecieron los ponpata creaba ritmos de la felicidad para que a las personas necesitadas se le ocuparan sus necesidades. Así estuvieron varios años hasta que … un día apareció … una antigua tribu.
Esa tribu provenía de lo más oscuro y profundo del Inframundo y se llamaban menkus. Kuneri, su gobernante poseía una flauta enrevesada que, al contrario que el tambor sagrado, hacía pobre e infeliz a la gente. Los ponpata y los menkus eran enemigos acérrimos desde el primer día y eso dio lugar hace mucho tiempo a la famosa “Guerra musical”. Al final ganaron los ponpata y por eso los menkus se querían vengar destruyendo el tambor sagrado y haciendo pobre a toda la gente. Así que, una noche, mientras Pupatí y los ponpata dormían tranquilamente, los menkus junto con Kuneri entraron al campamento y con sigilo cogieron el tambor sagrado y se marcharon. A la mañana siguiente cuando Pupatí no encontró el tambor sagrado se enfadó mucho y supuso que los menkus y Kuneri estaban detrás de todo eso. Pupatí no quiso nunca llegar a eso pero los menkus no le dejaban otra opción. Mandó a los ponpata que cogieran armas para la batalla. Rápidamente cogieron lanzas, arcos, espadas, escudos, etc. Marcharon hacia el Inframundo y entraron en el campamento. Justo en el momento en que Kuneri iba a destrozar el tambor sagrado con su enorme y extraña hacha cuando Pupatí se lanzó sobre Kuneri y lo derribó. Tras él los ponpata empezaron a combatir contra los menkus. En un enorme despiste de Kuneri Pupatí cogió el tambor sagrado y se marcharon a su campamento. Los menkus enfadados fueron tras ellos y al llegar al campamento de los ponpata la lucha siguió. Cada momento, iban cayendo más ponpata. Quedaban ya muy pocos ponpata y Pupatí veía que llegaba el fin de los ponpata cuando de pronto en el horizonte se acercó una gran honda de luz. Apareció un gigante con forma de los ponpata. Pupatí preguntó quién era y el gigante con forma de ponpata contestó:
  • Soy el Gran Dios Jose Antonio y vengo para servir a la luz.
Cuando los menkus lo oyeron salieron corriendo y Kuneri en un intento desesperado de huir.
Pero fue en vano porque el Gran Dios desplegó hondas de luz que hicieron que los menkus y Kuneri se desvanecieran.
Después, Pupatí le dio las gracias a el Gran Dios y éste le dijo:
  • Allí donde haya luz y paz estaré.
FIN
Gabriel Sáez Mira

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