Solidaridad en letras: “
El hambre “
Hacía mucho tiempo que no
podían comer en el Norte de Sprinfield. Los huertos no daban comida,
de los árboles no crecían frutos, no había animales bastantes de
los que alimentarse y las tiendas habían cerrado.
Enrique visitó a su
abuelo porque le quiere mucho. Lo que Enrique no sabía que su
abuelo estaba enfermo.
- ¿Abuelo, que te pasa?
Éste contestó:
- Necesito algo que comer.
La única solución es que vayas al antiguo molino, y allí
encontrarás comida.
Enrique se puso en marcha
y al llegar al molino abrió las puertas, pero no había nada, las
hortalizas y mazorcas estaban marchitadas.
En una esquina vio una
mazorquita muy pequeña, pero con eso bastaría.
Al salir del molino
observó un potrillo y le dio tal lastima que le ofreció cuatro
granos de la mazorca. Enrique no se enteró que la mazorca se hizo
más grande y con mejor aspecto.
Al rodear la esquina,
alguien estaba tirado en la acera, era su profesor de ciencias y le
dio cinco granos debido a su forma física.
Cuando llegó él no era
el único que estaba allí.
Un hombre paliducho, con
ropa muy sucia y que no conocía se encontraba en el suelo.
Enrique corrió y le dio
la mazorca, el hueso se hizo tan grande que se cayó al suelo.
De ese hueso se formaron
mazorcas, frutos y hortalizas. Su abuelo se curó y ese hombre
desapareció en un destello.
-Es un milagro- dijo
Enrique, y su abuelo dijo, no, es la solidaridad de un niño bueno
como tú, que es capaz de hacer milagros.
Luis López Nájera.
Solidaridad en letras: “
El niño desagradecido “
Erase una vez un pueblo en
el que había mucha hambre. Personas y animales se morian poco a
poco. Un niño el mas desagradecido del pueblo tenía pena porque su
madre se moría.
La madre dijo: Hijo
necesito comer algo. Ve al bosque prohibido. Allí hay un árbol
del que salen bellotas. Coge las necesarias para quitarme el hambre.-
dijo con voz apagada- .
El hijo le contestó: Pero
tendré que ser solidario. - Dijo con voz de enfadado - .
La madre: Hazlo por mí
dijo mientras se iba debilitando.
El niño salio a toda
prisa hacia el bosque prohibido. Mientras que iba caminando se
encontraba a varios animales que pedian comida. Pero el niño pasaba
de largo sin hacerle caso. Cuando por fin llego a la encina se dió
cuenta, por las ardilla que se lo dijeron, de que solo producía una
bellota al día. Alli se tiro una larga semana para conseguir las
bellotas que tanto quería.
Mientras volvía a su
casa se encontró con seis animales tirados en el carril. Le dio
mucha pena y entonces le abrió la boca a todos los animales y le dió
una bellota a cada uno. Solo le quedaba una bellota y de la rabia
tiró la bellota hasta al lado de su casa. El niño se dió prisa en
llegar a su casa y de repente le dió cosquillas en la barriga por lo
que había hecho. Cuando llegó a su casa había una enorme encina
que producía bellotas. Cogió muchas bellotas y se las dió a su
madre. Su madre se puso mejor. Y ese pueblo nunca volvió a pasr
hambre.
Marcos. Medina Rodríguez.
Solidaridad en letras: “
La Roca Negra “
En un pueblo muy lejano y
muy pobre en el que no había vegetación ni nada parecido, Una madre
y su hijo vivían en una pequeña casita. El pequeño enfermó de
fiebres blancas que se fueron pegando los compañeros de su cole. (
Un cole, tampoco muy acogedor, es más, con solo una clase y hecha de
mantas....) Los niños enfermaban, uno detrás de otro. La madre fue
a una curandera y esta le dijo que existía una medicina: la roca
negra líquida. Era una planta dura, como la piedra, y negra, como el
grafito, que se cocía y se comía, como si fuera un caldo o sopa. La
madre cogió una navaja y se fué en busca de la medicina.
La roca negra yacía en
Blackrok, que era un pueblo de ingleses sanísimos gracias a la roca
negra, pero que la deshabitaron porque había problemas en su ciudad
natal.
Allí había un niño con
el pelo rapado y una gran luna creciente en el cráneo, una marca de
nacimiento. Estaba sentado y la madre se acercó a el:
-¿Te pasa algo?- preguntó
la madre.
-No.- respondió él y se
puso un gorro en la cabeza, para que no se la viese.
Y siguió buscando. Halló
una mina enorme y entró en ella porque vió un cartel que decía:
“Roca Negra Líquida”. Allí había millones de plantitas negras
con muy buen aspecto. Cogió un cubo que había allí y cortó
cientos de ellas. Tan contenta la madre volvió con su hijo y se
encontró de nuevo con ''el chico de la luna''. Este tosía y estaba
muy pálido. La madre le dió un cuarto de todas sus plantas.
- Gracias, lo necesitaba.-
dijo alegre el chico.
Cuando llegó a su pueblo
la gente le pedía plantas para sus hijos y la madre solo se quedó
con un brote.
Se fué para su casita y
vió a una mujer con un bebé llorando en sus brazos y la mamá le
dió su último brote al pequeño, pero ella se quedo sin nada. De
pronto surgió de la nada el chico de la luna y se acercó a ella:
- Toma, para tu pequeño.-
Y le ofreció la mitad de brotes que ella le dio cuando lo
necesitaba.
La mamá se quedo sin
palabras pero de pronto:
- Por favor, quédate en
mi casa, yo te cuidare, y no tendrás que preocuparte por tu salud.-
dijo ella
Pero el chico se negó, le
dió las gracias y ascendió hasta desaparecer en el cielo y cuando
llegó, brillo una estrella dorada y enorme, que cayó en el suelo en
forma de oportunidades:
dinero, comida, ropa...
y una nota en un sobre rojo. . . ''Ayuda a los demás como ahora,
así, serás feliz. Firmado: El chico de la Luna.
Julia María Ortiz Serrano
Cuento: La valentía
En un patio de un colegio,
muy lejano... Reinaba un niño llamado "Iván".El niño era
un matón que asustaba a todos los niños del colegio. Les quitaba el
bocadillo a los niños para comérselo él, y le pedía dinero para
dejarles entrar al servicio. Nadie se atrevía a contradecirle. A
escondidas, los niños se lo decían a la maestra, pero siempre,
sacaba alguna absurda excusa para librarse.
Un día un chico que se
llamaba Juan se enfrentó a él, y él lo llevó a su "cárcel"
que era un armario viejo, con ruidos terroríficos, y no había ni
una rendija de luz. Su mejor amigo, no quería que sufriera allí y
fue a rescatarle. Cuando ellos salían por la puerta, él que
entraba. Pero fue fácil librarse de él, por que como se había
comido todos los bocadillos de los niños, estaba muy gordo, y no los
consiguió alcanzar.
Iván avisó que la
próxima vez que le contradigan o se chivaran a la maestra, les
encerraría en el terrorífico armario viejo, que lo cerraría con
llave y después la tiraría al río.
Juan muy disgustado y
lleno de coraje dijo:
- ¿Por qué haces esto?
- Porque cuando yo estaba
en primero de primaria me lo hacían a mi.
-¿Y a ti te gustaba que
te hicieran eso?
-No, para nada
-Entonces no lo hagas tú.
-Es que cuando me lo
hacían a mi, yo también sentía grandes deseos por hacérselo a
ellos.
-Pero a nosotros no nos
gusta que nos lo hagas
-Y a mí que, yo solo me
preocupo por mí... No por renacuajos como vosotros.
Al día siguiente Iván
estaba más enfadado, y empezó a pegar a todo el mundo,
especialmente a Juan, ya que fue el que le desafió y le hizo
enfadar.
Todos los días, los niños
aguantaban su tortura, y claro, como no, Iván estaba muy contento y
el creía que lo que hacía estaba bien... Pero se equivocaba... No
sabía el daño que estaba haciendo a los niños.
Juan ya no soportaba
más... Y se lo dijo a sus papás... Y éstos le dijeron a Juan, que
por que no se lo había dicho antes, y que iban a hablar de inmediato
con la maestra.
Hablaron y la maestra le
dijo que disimuladamente en el recreo, se iba a fijar en lo que
hacía. Al día siguiente lo pilló cobrando a un niño por ir al
servicio...
Entonces la señorita
llamó a los padres de Iván y le castigaron...
Desde ese día no volvió
a reinar en el recreo, pero le costó acostumbrarse a que ya no era
el más importante en la escuela.
Moraleja: Si te pasa algo,
o te ocurre algún problema, lo mejor que puedes hacer, es contárselo
a algún adulto, que sepas que te puede ayudar.
Virginia de Castro Merino
Cuento: Los milagros
En tiempos antiguos, había
una mujer, que estaba muy enferma.
Ninguna medicina le podía
curar, solo con una manzana pero esa manzana era mágica. Si eres
solidario, se iba convirtiendo en bronce, en plata, en oro y en oro
aún mas brillante.
Un niño que quería mucho
a la mujer, fue a buscar la manzana.
Buscando, encontró esa
manzana, pero tenía que conseguir, convertirla en oro
resplandeciente, para que curase a la mujer, que estaba enferma.
La cogió y de pronto
encontró una mujer que tenía hambre, le dio un bocado, y la manzana
se convirtió en bronce, pero el bocado, permanecía.
Encontró un pato que
estaba malo, arrancó un pequeño trozo, se lo dio y sanó
La manzana se convirtió
en plata, pero seguían los dos trozos.
El niño echó a andar.
pero su amigo apareció de repente, y le dijo que le diera un poco.
Se lo dio y su amigo tenía mejor aspecto.
Decidió ir más deprisa,
porque si no, no le iba a quedar para la mujer, cuando iba a entrar a
la casa un niño pequeño le pidió, y el le dio muy poquito.
Cuando llegó a los piés
de la cama de esa mujer, se echó a llorar. Vio que no quedaba nada
en la manzana. Tiró la fruta al suelo y abrazó a la mujer. Se fijó
en que el suelo estaba brillando.
Salió un tronco, luego
ramas, después hojas y por último un montón de manzanas de oro
brillante.
Le dio una a la mujer y
esta sanó. Le dijo al pequeño y solidario niño, que era un
valiente, y que gracias a el ella no estaba enferma, por que fue el
único que se atrevió a ir a por la manzana.
Virginia de Castro Merino.
Rodri
Rodri era un chico de once
años. Tenía el pelo castaño, los ojos marrones, nariz pequeña y
una bonita sonrisa. Era un chico alegre y se llevaba bien con todos
sus compañeros.
Le gustaba mucho hacer
deporte y sobre todo le gustaba jugar a balonmano. Iba a todos los
entrenamientos y se esforzaba mucho, pero tenía un pequeño
problema, que tropezaba constantemente y se caía al suelo. Su
coordinación era mala y hacía buenos pases y gracias a él algunos
de los tantos de los partidos han hecho ganar.
Un fin de semana la vecina
invitó a Rodri y su familia a ir al campo. La casa estaba cerca de
un bosque con árboles muy altos, llenos de alegres pájaros, que
desde que salía el sol estaban cantando. También había un
riachuelo con agua muy clara en la que se veían saltar y nadar
pequeños peces.
Cuando llegó al campo,
vio que allí podía entrenarse para superar su problema. Saltó
entre los árboles, nadó en el riachuelo y cuando estuvo cansado se
sentado a la sombra de un árbol y se durmió. Soñó que un zorro se
sentó junto a él y empezaron a charlar.
- ¿ Rodri, que te pasa ?
- Me gusta mucho jugar a
balonmano, pero tengo mala coordinación en los pies.
- ¿ Y por qué crees que
tienes mala coordinación ?
- Porque tropiezo con mis
pies.
- Es porque tienes poca
seguridad en ti mismo.
Rodri se despierta, y al
día siguiente tiene un partido. Cuando tiene que hacer la
coordinación , piensa en lo que le dijo el zorro. Y desde ese día
no ha vuelto a tener miedo por hacer un mal partido.
David Ruíz Perales
“El
Ser Supremo”
Hace
cien años existían unas criaturas llamadas ponpata liderados por un
Ser Supremo llamado Pupatí. Con su tambor sagrado que le ofrecieron
los ponpata creaba ritmos de la felicidad para que a las personas
necesitadas se le ocuparan sus necesidades. Así estuvieron varios
años hasta que … un día apareció … una antigua tribu.
Esa
tribu provenía de lo más oscuro y profundo del Inframundo y se
llamaban menkus. Kuneri, su gobernante poseía una flauta enrevesada
que, al contrario que el tambor sagrado, hacía pobre e infeliz a la
gente. Los ponpata y los menkus eran enemigos acérrimos desde el
primer día y eso dio lugar hace mucho tiempo a la famosa “Guerra
musical”. Al final ganaron los ponpata y por eso los menkus se
querían vengar destruyendo el tambor sagrado y haciendo pobre a toda
la gente. Así que, una noche, mientras Pupatí y los ponpata dormían
tranquilamente, los menkus junto con Kuneri entraron al campamento y
con sigilo cogieron el tambor sagrado y se marcharon. A la mañana
siguiente cuando Pupatí no encontró el tambor sagrado se enfadó
mucho y supuso que los menkus y Kuneri estaban detrás de todo eso.
Pupatí no quiso nunca llegar a eso pero los menkus no le dejaban
otra opción. Mandó a los ponpata que cogieran armas para la
batalla. Rápidamente cogieron lanzas, arcos, espadas, escudos, etc.
Marcharon hacia el Inframundo y entraron en el campamento. Justo en
el momento en que Kuneri iba a destrozar el tambor sagrado con su
enorme y extraña hacha cuando Pupatí se lanzó sobre Kuneri y lo
derribó. Tras él los ponpata empezaron a combatir contra los
menkus. En un enorme despiste de Kuneri Pupatí cogió el tambor
sagrado y se marcharon a su campamento. Los menkus enfadados fueron
tras ellos y al llegar al campamento de los ponpata la lucha siguió.
Cada momento, iban cayendo más ponpata. Quedaban ya muy pocos
ponpata y Pupatí veía que llegaba el fin de los ponpata cuando de
pronto en el horizonte se acercó una gran honda de luz. Apareció un
gigante con forma de los ponpata. Pupatí preguntó quién era y el
gigante con forma de ponpata contestó:
- Soy el Gran Dios Jose Antonio y vengo para servir a la luz.
Cuando
los menkus lo oyeron salieron corriendo y Kuneri en un intento
desesperado de huir.
Pero
fue en vano porque el Gran Dios desplegó hondas de luz que hicieron
que los menkus y Kuneri se desvanecieran.
Después,
Pupatí le dio las gracias a el Gran Dios y éste le dijo:
- Allí donde haya luz y paz estaré.
FIN
Gabriel
Sáez Mira
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