El sonido rítmico y alegre de las campanas de la Iglesia de Villagafal de la Sierra retumba en las calles del pueblo anunciando que hoy es día de boda.
Muy de mañana, la comitiva de familiares y amigos del novio recorren todos los rincones de la villa, levantando de sus camas a los vecinos con su música y sus canciones. Delante los músicos con gaita y tambor tocan incesante y repetidamente las mismas melodías tradicionales de siempre. Destaca la figura elegante del novio, que va vestido de gala para la ocasión. Junto a él, su padre y detrás, la madre, hermanos y tíos. Todos muy felices, pero nerviosos porque es el tan esperado día del ” casamiento”. Y entre todos ellos, la figura animada y espontánea del “ tonto del pueblo” que se mueve como una cabra loca, borrachín y tambaleante.
A la vuelta de la esquina espera impaciente la novia, acompañada de sus padres y sus parientes. Lleva un inmaculado vestido blanco de novia, y un sencillo velo que le cae sobre la espalda. En sus manos un precioso ramo de rosas y una cesta con alfileres para regalarlo a las muchachas casaderas.
No quieren perderse el encuentro, unas curiosas gallinas que se han escapado del corral y la abuela de la novia que desde el balcón derrama lágrimas de alegría, amenazando con mojar a los presentes.
Los novios se miran con una mirada intensa y romántica mientras las campanas de la torre no cesan de repicar . . . Es día de boda.
¡ Vivan los novios!
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