Pueblo blanco, de paredes encaladas , luminoso, cálido, animado y festivo. Calles empedradas, de belleza solemne, tradición y solera. Bocacalles que se llenan de alegría a cualquier hora .
Sobre los muros de las casas enredaderas y plantas madreselvas que se asoman, atraídas por el ambiente y la fiesta rociera de los niños que con
sus sencillos instrumentos, rompen mágicamente el silencio; guitarras, bandurrias, zambombas y panderetas. . . infantiles músicos. Una pareja baila frenéticamente sevillanas, ataviados con vistosos y coquetos trajes típicos.
Un hombre y su mujer, con un aturdido niño en brazos descansan sentados, tomando el fresco, a la sombra de la Puerta del Museo. Junto a ellos su esquelético borrico, atado a las salomónicas columnas, que sustentan el frontón con la imagen de la Virgen María.
Dos ancianos campesinos,
sobre su montura, cargada hasta los topes, llevan productos del campo y algunos animales al mercado de abastos.
Y de vuelta el pavero, que arrea y fustiga con su vara a los pavos que se unen a la fiesta con su molesto e interminable gluguteo.
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